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7 mujeres artistas y LGBT+ que encontraron su voz desde la niñez


Desde una guitarra en casa, concursos de canto escolar o por influencias familiares, la música fue el primer lenguaje en que estas artistas aprendieron a soñar. Este 30 de abril, Día Internacional de la Niña y el Niño, celebramos a quienes desde la infancia encontraron en la creación musical un refugio y una forma de resistir.


Aunque hoy son parte de una nueva generación de voces mexicanas y latinoamericanas que abren caminos para las diversidades, su historia comenzó en la intimidad de juegos, primeras letras y pequeños escenarios. En sus canciones resuena no solo su propio crecimiento, sino también las batallas colectivas por existir, amar y nombrarse.


Te presentamos a siete mujeres y personas LGBT+ que, desde niñas y niñes hicieron de la música una manera de habitar el mundo.

Recuerda que además de compartirte todo lo relacionado con el mundo de la música y la escena indie contamos con nuestro estudio de producción musical La Five en Ciudad de México, si quieres hacer realidad tus canciones. 

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1. Vivir Quintana


Oriunda de Francisco I. Madero, Coahuila, Vivir Quintana descubrió que podía cantar a los 12 años. A esa edad quiso interpretar “Paloma Negra” de Tomás Méndez, pero su mamá se lo impidió porque le decía aún no podía transmitir todo lo que conllevaba ese tema.


Esto le despertó un gran interés por descifrar aquello que las canciones pretenden comunicar a quienes las escuchan.


Aunque estudió para ser maestra normalista de primaria, su vocación artística siguió latiendo con fuerza: primero como cantante local y después como voz colectiva de la resistencia feminista con temas como “Canción sin miedo”.


Su obra, cargada de ritmos tradicionales y letras de denuncia, la ha llevado a ser considerada una cronista sonora de las mujeres que exigen justicia.


Dato curioso: Vivir dio clases de español a jóvenes de secundaria por tres años y al enseñar usaba la música como método pedagógico.


2. Renee Goust


Nacide en Tucson, Arizona, pero críade entre Nogales, Sonora, y Estados Unidos, Renee Goust comenzó a tomar clases de teclado a los 4 años. Debido a que sus papás no tenían dinero para comprar uno, la maestra les sugirió que le dibujaran uno de cartón.


A los 14 años se interesó por la guitarra y empezó a aprender de forma autodidacta. A los 17 se convirtió en directora del coro de su preparatoria.


Desde pequeñe, componía canciones que hablaban de su vida diaria, aunque su identidad de género y orientación no eran temas que pudieran expresarse libremente entonces.

Con el paso del tiempo, Renee convirtió esa necesidad de nombrarse en una poderosa propuesta musical donde el regional mexicano y el pop conviven con letras feministas y queer.


Sus canciones "Querida Muerte (No nos maten)" y "La Cumbia Feminazi" reivindican el derecho a existir de las mujeres y personas disidentes en territorios donde la violencia es cotidiana.


Dato curioso: de pequeñe vivía rodeade de música norteña y corridos.


3. Luisa Almaguer


Originaria de Azcapotzalco, una delegación al norte de la Ciudad de México, Luisa Almaguer mostró interés en la música desde que era niña. Su mamá le cantaba para arrullarla y le tocaba el piano.


En la adolescencia creó su primera banda de rock y en ese momento se dio cuenta de la potencia de su voz.

Poco a poco encontró espacios seguros para hablar de su identidad como mujer trans, a través de sintetizadores, melodías pop experimentales y letras cargadas de deseo, vulnerabilidad y fuerza.


En discos como Weyes y canciones como "Hacernos así” y “Nube”, Luisa habla de lo que atraviesan las personas trans.


Dato curioso: Luisa se recuerda cantando toda su vida, en los cuartos de la casa y hasta en los salones de clases.


4. Leiden


De origen cubano y naturalizada mexicana, Leiden creció rodeada de música en La Habana. Dedicarse a la música fue un proceso natural, ya que creció en una familia con formación artística: su mamá es cuentista y su abuelo, poeta.


“Desde niña era de las que cantaba en todas las fiestas de los papás. Casi, casi tenían que ponerme un calcetín en la boca para que me callara y me fuera a mi cuarto. Yo pasé toda mi primera infancia en Cuba, en La Habana, y luego me mudé a Tijuana con mis papás”, contó a medios de comunicación.


Migró a México a los 9 años y a los 15 comenzó a sentir una necesidad de expresarse a través de la música. Inició cantando en algunos parques de Tijuana, donde vivió sus primeros años en el país.


Los sonidos populares latinoamericanos la enamoraron. Su música, que transita por el pop, el son, la trova y la electrónica, aborda temas como la migración, la feminidad y la búsqueda de libertad personal.


Dato curioso: además de la música, Leiden tiene estudios en sociología y artes escénicas que han impactado en sus letras y creaciones.


5. La Bruja de Texcoco


Criada en un ambiente de música tradicional en el Estado de México, La Bruja de Texcoco, artista trans, acompañaba a su padre, músico de un grupo versátil a distintas presentaciones desde que tenía 9 años. A los 10, ya participaba en festivales y fiestas patronales, interpretando sones y huapangos.


Al crecer, su proceso de autoconocimiento como persona trans transformó también su manera de acercarse al folclor mexicano. Hoy, a través de temas como "Té de Malvón", resignifica los géneros mexicanos tradicionales desde una mirada disidente, combinando el ritual, el performance y la música en una propuesta única que honra sus raíces.


Dato curioso: inició sus estudios en Física y Matemáticas en el Instituto Politécnico Nacional, pero su pasión por la música la llevó a tomar un giro inesperado en su vida.


6. Bruses


Amalia Ramírez, mejor conocida como Bruses, creció en Tijuana entre clases de música gracias a la influencia de su familia.


Aprendió piano a los 7 años y, poco después, guitarra. Comenzó a escribir canciones desde los 10 años; utilizaba la música como una herramienta para procesar sus emociones, pues en ese momento se enfrentaba al bullying y el acoso escolar.


Su música explora temas como la salud mental y las rupturas. Con éxitos como "Dueles tan bien", “Té de piña” y “Monstruos”, Bruses se ha posicionado como una de las voces más auténticas del pop alternativo actual, siempre fiel a su espíritu creativo que empezó en la infancia.


Dato curioso: desde su niñez enfrentó desafíos relacionados con la salud mental, como depresión. Estas experiencias han influido profundamente en su música.


7. Vanessa Zamora


Desde que era una niña en Tijuana, Vanessa Zamora encontró en la música un refugio personal. Creció en una familia musical: sus padres eran pianistas.


Desde muy pequeña mostró inclinación por las artes, tomando clases de piano a los 8 años en la Academia de Música de México, y después aprendió guitarra y batería a los 9 años.


Durante su adolescencia comenzó a escribir en diarios personales, una práctica que describe como “drenaje cerebral”, y que más tarde se convertiría en la base lírica de sus composiciones.


A los 18 años, mientras estudiaba Ciencias de la Comunicación, empezó a compartir en YouTube versiones de canciones y composiciones propias.


Su carrera profesional comenzó de forma independiente, construyendo un sonido de pop psicodélico y alternativo que abraza la introspección, el amor propio y el autodescubrimiento.


En discos como Tornaluna Vanessa explora las emociones profundas con una estética sonora envolvente, siempre conectada a esa sensibilidad que empezó a desarrollar en la niñez.


Dato curioso: su interés por las artes no se limitó a la música, de niña también exploró disciplinas como actuación, ballet y modelaje.


Desde sus primeros juegos musicales hasta los escenarios que hoy pisan con fuerza, estas artistas demuestran que la infancia no es solo un recuerdo: es una raíz profunda que sigue latiendo en cada canción que crean.


Su música, tejida desde la autenticidad y el deseo de nombrar su existencia, nos recuerda que todas las niñas, niños y niñes merecen crecer en libertad, soñando con un futuro en el que sus voces sean escuchadas y celebradas.


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